El
arte de la construcción de los templos engloba al de la escultura, ya que, en
la construcción de los templos en piedra, cada piedra era tallada por el cantero antes de su colocación; el escultor era
ante todo un tallador de piedra, y el propio arquitecto no era sino el primero
de entre los talladores, aquel que, por su visión de conjunto, sabía discernir
la justa talla de cada pieza. La formación del cosmos a partir del caos,
trazada en la construcción del edificio sagrado, se repite entonces en menor
escala en la talla regular de la piedra bruta, que representa así la materia
prima de la obra. El tallista tenía en cuenta que: «El Ojo de Zeus, ve todo».
Observemos las figuras de
bulto redondo de los tímpanos del Partenón de Atenas.
Estas figuras son de gran
tamaño, nos podíamos hacer una idea bastante clara de su composición y calidad
artística.
Esto es difícil de imaginar, hoy, en el mismo Partenón. Ahora podemos
ver que la información que transmitían estas esculturas, contempladas in situ, era
mucho menor que la que transmiten hoy en su sala del British Museum. Y eso porque
las vemos de mucho más cerca y apreciamos detalles insospechados al observarlas
desde ángulos antes inalcanzables. El punto de vista más imprevisible para el
escultor era el posterior, el que nos permite valorar la figura por su espalda,
la que quedaba enfrentada al muro del fondo del tímpano, la cara que permanecía
absolutamente oculta a la mirada de cualquier observador.
En la instalación actual las esculturas pueden ser rodeadas; podemos valorar su envés, cosa bastante imprevisible para su
autor. Y la experiencia vale la pena, pues la espalda de estas figuras no es menos
grandiosa que su frente. Aquí podemos ver a Dionisos, o a Deméter y su hija,
por ambas caras. Entonces, ¿por qué se tomó tanto trabajo y desplegó tanto
talento en algo que nunca vería nadie? Si el arte es comunicación, ¿con quién
pretendía comunicarse Fidias?
Naturalmente, aunque la perfección sea la misma,
no es lo mismo contemplar una escultura, ni a la persona amada, de frente que de
espaldas. Por este motivo permanecemos más tiempo frente a las esculturas de los
tímpanos del Partenón que tras las mismas; aunque muchas de ellas estén
decapitadas. El frente nos explica más cosas que la espalda y todas las figuras
miraban hacia el exterior. ¿Todas?... No. Existe al menos una, bien conservada,
que está situada de perfil. Se trata de la maravillosa, y bien conocida,
cabeza de caballo que, formando parte de la cuadriga de Selene, se encontraba en
el extremo derecho del tímpano oriental. El caballo primigenio, das Urpferd, de
Goethe, la más bella testa equina esculpida.
El observador de nuestros días podría pensar en una solución para el
dorso de estas figuras menos trabajada, menos detallada, sólo esbozada en el mármol
apenas desbastado. Pero para apreciar esta solución habría que apreciar el valor
estético de lo inacabado, o, para hablar con más precisión, el valor estético
que nace de la relación entre lo definido con precisión y lo apenas sugerido.