Atenea y Hefesto versus Arte y Ciencia
Píndaro comenta que Hefesto abrió la cabeza de Zeus con su hacha minoica de doble hoja, el labrys, y que Atenea saltó de la cabeza completamente adulta «y llamó al ancho cielo con su claro grito de guerra.
“Éste, amigo mío, tiene más peso. Ahora bien, parece que los antiguos tenían sobre Atenea la misma idea que los actuales entendidos en Homero. Y es que la mayoría de éstos, cuando comentan al poeta, dicen que Atenea es la responsable de la inteligencia (nous) misma y del pensamiento (dianoia). Conque el que puso los nombres pensaba, según parece, algo similar sobre ella; y, lo que es más importante, queriendo designar la «inteligencia de dios» (theoû nóēsis), dice —más o menos— que ella es la «inteligencia divina» (Theonóa), sirviéndose de la ‘a’ de otros dialectos, en vez de la ‘e’, y eliminando tanto la ‘i’ como la ‘s’. Y aun quizá ni siquiera por esta razón, sino que la llamó Theonóē en la idea de que ella, por encima de los demás, «conoce» (nooúsēs) las «cosas divinas» (tà theîa). Claro que tampoco es disparatado que quisiera también designar Ethonóē a la «inteligencia ética» (tōi éthei nóēsis), en la idea de que la diosa es esto. Y, ya sea él o algún otro, la llamaron después Athēnáa transformándolo en un nombre más bello, según creían ellos”.
Así pues, para Platón su nombre procedía del griego Ἀθεονόα Atheonóa, que los griegos racionalizaron como la mente (nous) de la deidad (theos).
En la mitología griega, Hefesto (en griego Ἥφαιστος Hêphaistos, quizá de φαίνω phainô, ‘brillar’) es el dios del fuego y la forja, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia. Era adorado en todos los centros artesanales de Grecia, especialmente en Atenas.
Hefesto era feo, lisiado y cojo. Incluso se dice que, al nacer, su madre Hera lo vio tan feo que lo tiró del Olimpo. Tanto es así, que caminaba con la ayuda de un palo y, en algunas vasijas pintadas, sus pies aparecen a veces del revés. En el arte, se le representa cojo, sudoroso, con la barba desaliñada y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque, a menudo trabajando en su fragua.
La fragua de Vulcano, de Velázquez (Museo del Prado, Madrid).
En el pensamiento griego los destinos de Atenea, diosa de la sabiduría y la guerra y Hefesto, dios de la forja que fabricaba las armas de la guerra estaban relacionados. Hefesto y Atenea Ergane (como patrona de los artesanos) se honraban en una fiesta llamada Calceia en el trigésimo día de Pianepsio. Hefesto también fabricó muchos de los pertrechos de Atenea.
Se cuenta que Hera, mortificada por haber parido tan grotesca descendencia, lo arrojó del Olimpo. Hefesto cayó al mar, donde dos diosas del mar, la nereida Tetis y la oceánide Eurínome, lo recogieron y lo cuidaron en la isla de Lemnos, donde creció hasta convertirse en un maestro artesano.
Tras haber fabricado tronos de oro para Zeus y otros dioses, Hefesto se vengó, de la exclusión sufrida, elaborando un trono mágico de diamante que envió como regalo a Hera. Cuando ésta se sentó en él, quedó atrapada, incapaz de levantarse. Los demás dioses rogaron a Hefesto que volviese al Olimpo y la liberase, pero él se negó, enfadado aún por haber sido expulsado. Intervino entonces Dioniso, quien emborrachó a Hefesto y lo llevó de vuelta al Olimpo a lomos de una mula. Hefesto, contrariado por la treta y dueño de la situación, impuso severas condiciones para liberar a Hera, una de las cuales fue contraer matrimonio con Afrodita.
En el panteón olímpico, Hefesto estaba formalmente emparejado con Afrodita, a quien nadie podía poseer. Hefesto estaba contentísimo de haberse casado con la diosa de la belleza y forjó para ella hermosa joyería, incluyendo un cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres.
Sin embargo, Afrodita se entregaba en secreto a Ares, el dios de la guerra, según se narra en la Odisea.
Según la Ilíada la forja de Hefesto estaba en el monte Olimpo, pero lo habitual era situarla en el corazón volcánico de la isla egea de Lemnos.
Platón identificó a Atenea, patrona de Atenas, con la diosa egipcia Neith, patrona de la sabiduria, del tejido e inventora.
De alguna manera la relación entre Atenea, Hefestos y Afrodita, podría representar la unión de la idea la habilidad y la belleza.
En la producción de cualquier cosa hecha con arte, o en el ejercicio de cualquier arte, están implicadas simultáneamente dos facultades, respectivamente imaginativa y operativa. La primera consiste en la concepción de alguna idea en una forma imitable, y la segunda, en la imitación de ese modelo invisible en un material determinado, que es, así, informado. La imitación tiene, por consiguiente, un doble aspecto: por una parte, el trabajo del intelecto (nous) y, por otra, el de las manos (cheir). Estos dos aspectos de la actividad creadora corresponden a los "dos en nosotros", esto es, nuestro Sí espiritual o intelectual y nuestro Ego sensitivo y psicofísico, trabajando juntos (synergo). La integración de la obra de arte dependerá de la medida en que el Ego pueda y quiera servir al Sí, o, si el patrón y el operario son dos personas distintas, del grado de su entendimiento mutuo.
La naturaleza de estas dos facultades, que son respectivamente la causa formal y la causa eficiente de la producción de obras de arte, se define claramente en la relación que hace Filón de la construcción del Tabernáculo: "Esta construcción le fue claramente explicada a Moisés en la Montaña por declaraciones divinas. Él vió con el ojo del alma las formas inmateriales (ideai) de las cosas materiales que había que hacer, y esas formas tenían que ser reproducidas como imitaciones sensibles, por decirlo así, del gráfico arquetípico y de los modelos inteligibles. San Buenaventura, quien señala que "la obra de arte procede del artista con arreglo a un modelo existente en la mente; el artista descubre (excogitat = cintayati) antes de producir, y luego produce según ha predeterminado. Es más, el artista produce la obra externa con la mayor semejanza posible al modelo interior".
La obra de arte es, pues, un producto a la vez de la sabiduría y el método, o la razón y el arte (sophia o Logos, y techne) .
Reconocemos que para que algo esté hecho "bien y fielmente" es indispensable la cooperación de las manos como causa eficiente y el intelecto como causa formal. El propósito de este texto es apuntar sobre el hecho de que estas ideas encuentran expresión mitológica en términos de la relación entre Atenea y Hefesto, siendo la primera la diosa de la Sabiduría que surgió de la cabeza de su padre Zeus, y el segundo, el titán herrero cuyas maravillosas obras son producidas con la ayuda de Atenea como coadjutora en sinergia (syntechnos).
Atenea y Hefesto "comparten una naturaleza común al haber nacido del mismo padre" y viven juntos en un santuario (hireon) común o, por decirlo así, en la misma casa: ella es la "mente de Dios" (he theou noesis, o nous), y es llamada también Theonoe, y él es "el noble vástago de la luz". De ellos derivan todos los hombres sus conocimientos de las artes, ya sea directa o indirectamente.
De esta manera es Atenea la que inspira lo que Hefesto efectúa.
Por otra parte, cuando el "mecánico meramente productivo" que no comprende lo que está haciendo, por muy industrioso que sea, sólo realiza la operación servil, su servicio se convierte en una cuestión de mera "labor imperita" y él es reducido a la condición del simple esclavo que recibe dinero de un amo, o de simple "mano" más bien que del arquitecto o amante de la sabiduría. Ésta es precisamente la situación del moderno obrero del trabajo en cadena, en quien el sistema industrial, ya sea capitalista o totalitario, ha separado a Atenea de Hefesto.
Podemos encontrar cierta relación entre metis griega y mâyâ hindú. Tanto en la Ilíada como en las Odas olímpicas de Píndaro, podemos encontrar correlaciones entre el griego technais y el hindú mâyâbhih. Metis como persona es la primera mujer de Zeus, renacida de su cabeza como Atenea. La historia sagrada implica que "el dios principal siempre tiene dentro de sí a la Sabiduría."
Estas consideraciones nos ponen ante un punto de vista que permite juzgar el arte y las manufacturas de nuestra época, en la que:
" La validación del éxito en función de las apariencias externas se ha convertido en el objetivo de nuestra civilización. En este sistema de valores las relaciones humanas adoptan los valores del vendedor ... Bajo estas condiciones, los hombres en todas partes se vuelven desagradables, brutales y crueles ... A menos que consiga librarse de la degradante tiranía de esta esclavitud a que le somete la religión de la economía, el hombre occidental está ciertamente condenado a la autodestrucción, tal como indican todos los presagios" Hay dos actitudes: la del negociante, según la cual "por mucho... que las personas sufran, hay que dar vía libre al progreso en conformidad con la empresa industrial de la civilización" (Sir George Watt, en Indian Art at Delhi, 1912), y la del humanista, según la cual "por mucho que un sistema económico consiga crear riqueza, será inestable y demostrará ser un fracaso si durante este proceso causa sufrimiento a los hombres o del modo que sea les impide desarrollar una vida de plenitud" (Bharatan Kumarappa, ibid., p. 112).
Así pues, elijamos entre ambas. Debiendo, claro está, tener la cabeza hendida para que entren las ideas y los pies cojos para no salir del taller.
Este escrito esta extraido en parte del Crátilo de Platón y de un artículo de Ananda Coomaraswamy*
* Athena and Hephaistos fue publicado en The Journal of yhe Indin Society of Oriental Art, vol. XV, 1947. Es el útimo artículo que escribió Ananda K. Coomraswamy. Trad. Esteve Serra, José J. de Olañeta, Ed., Ediciones de la Tradición unánime, Sophia Perennis,7, Barcelona, 1983.
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