De
forma coetánea a la fecha de construcción del Pilar, siglo XVll - XVIII, (el día del Apóstol Santiago del año
1681 se puso la piedra fundacional del nuevo Templo), se desplegaba la
influencia de la Compañía de Jesús en China, y los intentos, por sus miembros, de la traducción de los
conceptos Metafísicos, Religiosos, Cosmológicos, con los consiguientes intercambios culturales.
Se
puede afirmar que el estamento religioso y científico de la época,
especialmente el P. J. Kressa, matemático
que asesoró en la construcción de la Basílica del pilar, recibió una gran influencia intelectual del monje
cisterciense Juan Caramuel de Lobkowitz.
Según Menendez y Pelayo
este abad del Císter fue: "
El más erudito y fecundo de los polígrafos del siglo XVII El crítico de arte Bruno
Zevi dice: “Cuando Alejandro VII hablaba de arquitectura se sabía que su fiel
asesor era el monje cisterciense Juan Caramuel”.
Debemos
tener en cuenta que en el año 1655 subió al solio pontificio el Papa Alejandro VII,
y que fue el mayor defensor de las tesis jesuíticas sobre el asunto de los
“ritos chinos”. El obstáculo
principal a la expansión del cristianismo residía en los desacuerdos entre las
comunidades cristianas, que llevó a la querella de los ritos. Los jesuitas, por
su lado, y los dominicos y franciscanos, por otro, discutían cómo había que
traducir al chino el concepto cristiano de Dios y, sobre todo, si se debía
permitir a los cristianos chinos el culto a Confucio y a los antepasados.
Para
las tésis de los Jesuitas y de Caramuel, estos «pueblos», de las naciones
gentiles eran descendientes de Noé. Entre ellos la figura de Melquisedec, rey
de Salén, lo atestigua de forma impresionante. Todas estas personas pertenecen
a la alianza de Noé, que en cierto modo puede considerarse como el ámbito de
las religiones de la humanidad. La Iglesia, al venerar a esos «gentiles
santos», atribuye también cierta validez a sus actos de culto y de servicio
divino.
El
sacrificio de Noé, ofrecido en el altar erigido por él, encuentra el agrado de
Dios. Dios le promete a continuación que el orden cósmico será estable a partir
de entonces: «Mientras dure la tierra habrá sementera y cosecha, frío y calor,
verano e invierno, día y noche» (Gén 8,22). Y Dios sella su alianza con la humanidad
y con toda la vida mediante el signo celestial del arco iris (Gén 9,12-17).
El
arco iris, probablemente el más común y bello de todos los fenómenos ópticos
del cielo a la luz del día, se forma cuando la luz del Sol ilumina la lluvia al
caer. La luz entra en las gotas y se dispersa en un espectro pero, al mismo
tiempo, es interiormente reflejada por lo menos una vez antes de abandonar las
gotas. Aunque la luz abandone cada gota en todas las direcciones, existen
fuertes concentraciones en ciertos ángulos fijos, determinadas por el número de
reflexiones internas. Esta
reflexión interna del rayo de luz en las gotas de agua presenta una angulación
de 42 grados, determinando así que el rayo del arco sea de 42 grados.
Este
número es el que me permitirá en lazar toda esta exposición.
Esta
vinculación entre el culto y el orden cósmico significa que en las religiones
de la humanidad se viven genuinas adoraciones de Dios (Religio Perennis).
La
controversia sobre los Ritos Chinos.
La
primera controversia fué de índole interna entre los mismos y solos jesuitas,
en torno al vocablo más conveniente para designar a Dios; y posteriormente se produjo la
controversia entre los jesuitas y los mendicantes, franciscanos y dominicos,
todo ello alentado por los Jansenistas y por B. Pascal, además de los masones
ya caídos en la decadencia de sus órdenes especulativas. En 1633 llegaba a
China el p. Juan Bautista Morales con algunos otros dominicos y franciscanos,
entre éstos el p. Antonio Caballero de Santa María, estos tuvieron de abandonar
muy pronto sus misiones, desterrados por las autoridades chinas, viéndose
forzados a retornar a Manila. Estos nuevos misioneros no habían tenido tiempo.
como es natural. para profundizar en las cosas de China, y no habían tratado más
que una mínima parte de los cristianos formados por los jesuitas. Sin embargo
ya se habían formado un juicio bien desfavorable del método seguido por
aquellos jesuitas. Inmediatamente denunciaron aquel proceder al arzobispo de
Manila y al obispo de Cebú, quienes creyeron ser obligación suya informar a la
Santa Sede. Bien es cierto que, mejor informados, volvieron a escribir a Roma
para retractar su denuncia como basada en informes equivocados. Pero su
retractación llegaba tarde, pues la polémica entre jesuitas y mendicantes
estaba encendida ya, al recusar los jesuitas como calumnias, las acusaciones
que lanzaban contra ellos franciscanos y dominicos. El P. Morales resumía en
Macao las principales
dificultades, y el franciscano Santa María, las suyas. El provincial de los
dominicos propuso resolver la cuestión mediante una reunión de teólogos de ambas
partes. Rechazó la proposición el provincial de los jesuitas, por haber enviado
ya a Roma a uno de sus súbditos. el P. Alvaro de Semedo. con el fin de informar
a la Propaganda y ver de que todos los misioneros procedieran con uniformidad.
Entonces acudieron a Roma también los dominicos.
Quedó destinado el P. Morales
como diputado suyo Llegando
a Roma a finales del 1643, cuando
Semedo ya había abandonado la Ciudad Eterna. Un año transcurriría antes de que los calificadores de la
Inquisición, desde marzo basta junio de 1644, realizaran el examen de la
cuestión en sesiones quincenales. Las cuestiones que en nombre de franciscanos
y dominicos presentó Morales, estaban redactadas en varios puntos. De éstos,
los cinco primeros se referían a los preceptos eclesiásticos del ayuno, etc., y
al cobro de los impuestos, los dos últimos a la oración por los difuntos y a la
predicación de Cristo Crucificado. Los restantes tocaban la cuestión más
candente, de la supuesta cooperación a la idolatría. Las dificultades van expuestas en forma de preguntas, y no
precisamente en forma de acusaciones.
La
respuesta de Roma constaba de
varios puntos,
exhortando a la unión de todos, y trata de las penas que corresponderían
a los misioneros que hubieran practicado, enseñado o alterado lo que se
contenía en los anteriores puntos.
La Congregación no condenaba en todos sus respectos la conducta descrita en
los puntos. pero en conjunto la
resolución fue tomada en sentido favorable a Morales. El decreto de la
Propaganda del 12 de septiembre de 1645 contiene la primera condenación de los
ritos chinos. Pero en esta ocasión, al revés que en otras posteriores. no
abordaba la cuestión de si las acusaciones de Morales eran fiel reflejo de la
realidad. Los acusados lo negaban.
Como respuesta a estas acusaciones los Jesuitas por medio del Padre Philippucci, redactaron un escrito de
descarga, en el que como en la confesión negativa del juicio de los muertos
egipcios, enumeraba cuarenta y dos
falsedades de que adolecían las acusaciones.
Las
respuestas concernientes a los ritos relativos a Confucio y a los antepasados
así presentados por Morales no se ajustaban a la realidad, eran todas
negativas, es decir, que los ritos, tal como los exponía Morales, quedaban
condenados por supersticiosos e idolátricos. Ante la duda, decidieron recurrir a Roma. Fue enviado el P.
Martín Martiní. Tras un viaje
bastante accidentado, llegaba a Roma en septiembre de 1655 y obtenía la
facultad de poder presentar sus asertos de que la decisión de 1645 se basaba en
exposiciones manifiestamente inexactas. Tras cinco meses de deliberación en el
Santo Oficio, aparecía el 23 de marzo de 1656 un segundo decreto, confirmado por
Alejandro VII. De hecho venían a aceptarse los ritos condenados en el decreto
anterior, a la luz de la nueva exposición hecha por el P. Martini.
Es pertinente añadir una relativa
digresión que relacionaría todo esta controversia de los ritos, con la presencia
de signos numéricos chinos, en base binaria, en la Basílica del Pilar, y es que
el P. Martini enseñó el idioma chino al cisterciense madrileño Juan Caramuel, amigo y consejero del Papa Alejandro
VII, y que fué el que primero describiera el sistema de numeración binaria, en
su obra Mathesis Audax (1644), traducida y editada parcialmente por Altafulla,
como "Filosofia de la Matemática(1989), y esto treinta años antes que lo hiciera Leibniz, al que se le
atribuye inadecuadamente su invención.
Volviendo al asunto del desarrollo de la polémica de los ritos, vemos que tres años más
tarde, en 1659, la misma Congregación daba instrucciones a sus vicarios
apostólicos. Las normas eran para los mismos vicarios, para que supieran a qué
atenerse en su apostolado oriental. Es importantísima por su contenido, toda
ella basada en los más depurados principios de la recta adaptación misionera,
como si quisiera reconfirmar la decisión de 1656.- "No pongáis afán
ninguno, ni aconsejeis con razón ninguna a aquellos pueblos para que cambien
sus ritos, usos y costumbres, con tal de que no sean decididamente contrarios a
la religión y buenas costumbres opertissime Contraria. Pues ¿qué cosa seria más
absurda que tratar de introducir en China, a Francia, España o Italia u otra
región de Europa? No es esto lo que habéis de importar. sino la fe. que no
rechaza los ritos y costumbres de nación ninguna. a no ser que sean malos,
antes quiere conservarlos intactos. Y como es propio de la misma naturaleza el
preferir a todos los demás sus propios usos y costumbres nacionales, sobre todo
las que han recibido por tradición de sus mayores, sobre todo si en lugar de
ellas se introducen las costumbres de otra nación. Por tanto, nunca compareis
las costumbres de aquellas naciones con las europeas, antes bien procurad de
acomodaros vosotros a ellas."
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