viernes, 3 de diciembre de 2010

Palabras del Viejo Cheng

Confucio enseñaba que hay dos tipos de sabios, unos de nacimiento, mientras que los otros, entre los cuales estaba él mismo, no han devenido tales más que por sus esfuerzos.  


Debemos  precisar aquí de que el "sabio" (cheng) tal como lo entiende,  representa el grado más elevado de la jerarquía confucionista, el primer escalón de la jerarquía taoísta, situándose así en cierto modo en el punto límite donde se juntan los dos dominios exotérico y esotérico.  Podemos pensar que  lo que se designa  por “sabio” solo al hombre que posee por naturaleza todas las cualificaciones requeridas para ese  estado.  De tal manera que el término cheng-jen o sabio confucionista, es el que posee el conocimiento de una manera que puede compararse a la "reminiscencia" platónica,  posee ya interiormente la consciencia de algunas verdades doctrinales,  aunque en algunos casos sea incapaz de expresarlas porque no tiene a su disposición los términos apropiados, y que, desde que las oye enunciar, las reconoce de inmediato y penetra enteramente su sentido sin tener que hacer ningún trabajo para asimilarlas.  Es decir estos conocimientos le aparezcan como si siempre los hubiera conocido, de una manera en cierto modo "intemporal",  y así mismo, independientemente de las formas particulares.   
Este tipo de Sabio, aunque de formas budistas, es el que habla en este texto anónimo que he tomado del número 0 de la revista "Búsqueda", dirigida por Pedro Rodea y que no tuvo continuación.


La palabra como negro sobre blanco


PALABRAS DEL VIEJO CHENG
Las palabras trazadas sobre este rollo y que acabo de leer:
-Si decís que son del Buddha, las consideráis como sagradas y héos aquí repentinamente presos de temblores y de temor.
-Si decís que son de Boddhidharma o de un gran patriarca, héos aquí llenos de respeto ante este escrito admirable.
-Si os digo que son de un monje desconocido héos aquí dubitativos, no sabiendo muy bien lo que hay que pensar de ellas.
-Si os digo, en fin, que vienen del monje de las cocinas estalláis de risa pensando que acabo de gastaros una broma.
Así es que lo que cuenta para vosotros, no es la verdad que este texto lleva en sí mismo, sino solamente la impor tancia que conviene atribuirle según la notoriedad de aquel a quien se le atribuye. Sois incapaces de ver por vosotros mismos, sino solamente según la opinión de aquellos que habéis puesto por encima de vuestras cabezas. Siempre estáis agregando cosas a las cosas, alterándolas, falsificán dolas. Por eso sois incapaces de ser vuestro espíritu origi nal. Cráneos rapados, sois unos tramposos. Vuestro caso es desesperado.
 ***
Lo que os preocupa sobre todo es saber quien soy yo, de donde vengo, cual es mi filiación y quienes han sido mis maestros. Algunos piensan que si el Superior de este lugar me ha pedido hablaros es que no puedo ser más que un iluminado y otros, por el contrario, piensan que no tienen ante ellos más que a un viejo loco, escandaloso e insolente, a quien ha de echarse fuera a bastonazos porque no respeta ni las palabras ni a los hombres que la tradición venera, ni los valores ni a los hombres del presente. Así pues, no prestáis atención más que a la envoltura, a la apariencia de las cosas y por eso no me oís, y no reconocéis en vosotros al hombre verdadero.
Cráneos rapados, habéis sellado vuestros ojos con lodo, y ahora os quejáis de que sois ciegos.
 ***

El espíritu original ha estado siempre aquí bajo vues tros ojos. No tenéis nada que adquirir. Jamás os ha faltado nada para verlo. Si sois incapaces de verlo es a causa de vuestra incesante cháchara con vosotros mismos o con los demás. Pasáis vuestro tiempo suponiendo, comparando, comentando, desarrollando, explicando, justificando y citando lo que vuestras pequeñas personas han retenido y creído comprender de las Escrituras y de las palabras de los viejos charlatanes tales como yo, preferentemente las de aquellos que una vez muertos han adquirido un renombre tan grande que ya no podrían ponerse en duda. En estas condiciones, ¿cómo queréis ver el espíritu original en su espontaneidad y en su instantaneidad?.
Cráneos rapados, debido a que estáis agitados como monos pasáis vuestro tiempo en estupideces y vuestra existencia corre como agua fangosa. No hay salida para vosotros.

****

Habéis oido decir que para tener el espíritu original vuestro pequeño espíritu debe estar calmo. Héos aquí en tonce que os quedáis sentados, tiesos como un bambú, mirando a la pared, la lengua pegada al paladar, buscando detener vuestros pensamientos. Llegáis así a un vacío como de guata que tomáis por la vacuidad del espíritu original. Al instante siguiente el barullo de vuestro espíritu vuelve a las andadas, como cuando se sale del sueño. ¿Qué ventaja hay en la ausencia de pensamientos? Y si un relámpago lumino so os sacude, héos aquí que os ponéis a dar brincos como un caballo joven gritando que habéis visto el espíritu original y que habéis sentido algo grande. ¿Qué beneficio hay en haber sido sacudido como por un rayo? Son proezas buenas sólo para el circo.
Cráneos rapados, si persistís en vuestra manía y en vuestra pretensión de querer alcanzar y poseer algo, vues tra causa está perdida.

***

Ver el espíritu original, es verlo, estén o no presentes los pensamientos, se esté inmóvil o activo, se hable como yo lo hago delante de vosotros o se limpien las letrinas, se sea emperador, monje o un don nadie. ¿Qué importancia hay en eso?.
Entre el Buddha y el monje rústico, que no sabe hacer nada más que partir leña, pero que ve el espíritu original, ¿cuál es la diferencia? No hay un espíritu original de Boddhidharma u otro propio al viejo Cheng. El espíritu original es el espíritu original. Nada más puede decirse sobre él, e incluso eso es ya demasiado. Lo que los demás han dicho del espíritu original, y yo mismo también, sólo puede serviros para incitaros a buscarlo vosotros mismos a fin de verlo directamente, sin ningún artificio y sin recurrir a ninguna autoridad. Todo lo demás lo único que hace es trastornaros la visión y apartaros de la interrogación única que debería poseeros enteramente estéis donde estéis y hagáis lo que hagáis: meditar, barrer el patio o satisfacer vuestras necesidades naturales. Pero cuando veo lo que hacéis de las palabras de los patriarcas y de las mías, habría valido más que los patriarcas hubiesen sido ahogados en su nacimiento y yo con ellos. Cráneos rapados, estáis tocados de una enfermedad mortal.

***

Si fuérais hombres verdaderos, vuestros pensamientos y vuestros actos serían justos y a cada instante conformes a su objeto. Pero como sois incapaces de ver vuestra naturaleza de Buddha, colmáis el vacío.de vuestras existen cias haciendo vuestros los pensamientos, la conducta y los actos de aquellos que habéis puesto por encima de vuestras cabezas. Vuestra preocupación por imitar lo que los demás piensan y hacen: he aquí la escoria que os impide ver el espíritu original. Cráneos rapados, no sois más que ladro nes. No hay esperanza para vosotros.

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Impotentes para ver el espíritu original y por ello para vivir por vosotros mismos, encubrís vuestra insignifican cia revistiendo los despojos de los demás: muertos o vivos. Acumuláis los puntos de vista y cultiváis el matiz, la diferencia y la convergencia. Así os pavoneáis. Porque des­lumbráis a los necios con vuestros retruécanos, os tomáis por despiertos. Cráneos rapados, no sois más que molinos de palabras, y juglares de feria. Os habéis seducido a vosotros mismos. Vuestro mal es incurable.

***

Cuando hayáis estudiado las Escrituras y los tratados de los patriarcas en su totalidad, cuando os hayáis encon trado con todos los Despiertos, dominado todas las prácti cas y las fuerzas misteriosas, si no véis el espíritu original,
aaunque hayáis devenido cimas de espiritualidad, de santi dad y de ciencia, vuestra vida, cráneos rapados, no será nunca más que un entretenimiento inutil.

***

Cráneos rapados, considerad a todos los patriarcas y a todos los charlatanes tales corno yo como impostores que os hablan de lo que no pueden ni mostraros, ni daros. La única utilidad que se les puede acordar es afirmar que todo ser tiene la naturaleza del Buddha. Pero incumbe a cada uno de vosotros buscarla por sí mismo, sin dejarse extraviar por nada, para verla al fin en su realidad fulgurante. Cráneos ra pados, si os dejáis seducir por las palabras de los sabios y sus retruécanos de ilusionistas, estáis perdidos.

***

Si alguno entre vosotros se siente tocado al escuchar me por algo rnás grande y más profundo que mis palabras y que no es una especie de sopor algodonoso y beato, sino una lucidez simple y activa, entonces, para ése, el espíritu original en mí se hará reconocer en él por su presa total.
En este asunto yo no hago nada propio. Porque yo no intervengo, algunos presienten el espíritu original en mí, el viejo Cheng, que soy solamente como la escoria que en vuelve a una piedra preciosa. Solamente a esos puedo indicarles la orientación justa. Entonces su propia escoria acabará por quebrarse y caer de un solo golpe y verán
brillar la joya del espíritu original.
Si se me hacen preguntas no sé responder otra cosa que no. En cuanto a aquel que ve el espíritu original, ya no tiene necesidad del viejo Cheng.

***

En mi juventud, recorrí el país en todos los sentidos, entregándome a prácticas y estudios. Frecuenté a extravia dos que creyéndose iluminados extraviaban a los demás. Después me encontré con aquél que me permitió reconocer toda la escoria que llevaba encima. Así pues, la verdadera dirección se me apareció. Entonces el espíritu original devino mi único asunto. Un día todo se vino abajo repenti namente en el Despertar.
Yo, el viejo Cheng, no imito a éste ni a aquel, no me adhiero a ninguna creencia, no soy adepto de ninguna escuela ni discípulo de nadie. Las palabras que pronuncio ante vosotros no vienen de cosas aprendidas.
No tengo nada, no se nada, no soy nada. Donde estoy las cosas en las cuales participo ocurren por sí solas. Ni siquiera el espíritu original es ya asunto mío.
Cráneos rapados, no os he ocultado nada. ¿Qué interés hay aquí para vosotros? Nada más que paparruchas.

Y el viejo Cheng salió.

Pilar de Nube

***

 Decir, que el espíritu original no es una pura nada sin ser existente (como lo son las formas), he aquí la charlata nería. Pensar en el espíritu original,, he aquí vuestro vene no. Abandonar este pensamiento y pensar en la ausencia de este pensamiento, he aquí también vuestro veneno. Crá neos rapados, siempre estáis buscando con vuestro pensa miento y no hacéis nada más que fabricar pensamientos. Pensar que se puede ver el espíritu original con pensamien tos, he aquí vuestra pérdida.

***

Venerar al Buddha, he aquí el mal (del apego). Recha zar al Buddha, he aquí el mal (de la impiedad). Cráneos rapados, siempre estáis expresando sentimientos y no hacéis nada más que fabricar emociones. Creer que se
puede ver el espíritu original con sentimientos, he aquí vuestro error.

***
Quemar incienso, recitar los sútras, pasar el tiempo prosternándose contra el suelo o vigilándose para permane cer inmóvil, y para fijar o eliminar el pensamiento, he aquí vuestro extravío. Cráneos rapados, siempre estáis intervi niendo y no hacéis nada más que fabricar actos. Esperar que se puede ver el espíritu original con actos, he aquí vuestra ilusión.

***

Cráneos rapados, estáis persuadidos de que llegaréis a ver el espíritu original de esta manera. Es a vosotros mismos a quien engañáis así, y nada más que a vosotros, y nunca, oidlo bien, nunca al espíritu original. Pero no me escucháis porque queréis permanecer sordos y no véis el espíritu original porque queréis permanecer ciegos. Vues tro caso es desesperado.
Y el viejo Cheng dejó la sala.

***

El viejo Cheng se expresa y se comporta delante de vosotros según un lugar y un tiempo particulares. En otra parte o en otra época hablaría y se comportaría de forma diferente.
No interviene para mantener, modificar o cambiar el curso de las cosas según los deseos del espíritu singular. Nada de guarda ni de revuelta, solamente el acto necesario. Si me comporto de otra manera frente a vosotros, cráneos rapados, es para que al fin os atreváis a ver el espíritu original directamente por vosotros mismos en lugar de bus carlo siempre por la intermediación de apoyos y de protec ciones, en las palabras y en las frases y en la frecuentación de aturdidos tales como yo.
Mi manera propia, es sacudiros como sacude al arbo lillo el viento de la montaña. Haciendo esto corto todos vuestros apoyos y héos aquí completamente estremecidos, no teniendo ya nada a lo cual agarraros. Pero porque socavo vuestras pequeñas seguridades, héos aquí llenos de miedo. Entonces, para tranquilizaros, decís que peco contra las conveniencias y que no soy más que un vil blasfemo. De esta manera continuáis aferrándoos desesperadamente a lo accesorio y a la apariencia en lugar de dejar que os abando nen sin querer retenerlos.
Al no encontrar mis palabras eco entre vosotros, en tonces os doy un quiebro y os digo que vienen de un sabio muerto desde hace siglos. Pero no comprendéis tampoco que estas palabras os conciernen directamente ahora. Al contrario, os apoderáis de ellas como de una cosa preciosa, buena para conservar y cultivar. Cráneos rapados, aferrán doos a futilidades, malgastáis vuestra vida para nada y la evidencia del espíritu original se os escapa. ¡Qué naufragio el vuestro! ¡Ya os lo he dicho todo!.

Y el viejo Cheng salió de la sala haciendo grandes gestos.

***

Cuando miráis los pensamientos de los demás como un bien precioso y sagrado para aprenderlos y recitarlos con recogimiento y veneración, y transmitirlos como un gran secreto: he aquí lo que yo llamo estar encadenado por debajo de los pensamientos.
Cuando cultiváis vuestros propios pensamientos como una cosa rara digna de las mayores consideraciones, mani festando una susceptibilidad quisquillosa si no se los respe ta o si se comentan citándolos con la diferencia más ínfima:
he aquí lo que yo llamo cargar con la escoria de los propios pensarniébtos.
Cuando los pensamientos de los demás y los vuestros se os aparecen como las olas del mar que van y vienen sin que ninguna sea superior ni inferior a las demás y sin que esos pensamientos os afecten, pero guardando no obstante el pensamiento de haber alcanzado un estado de perfecta tranquilidad: he aquí lo que yo llamo errar por encima de los pensamientos.
Cuando ningún pensamiento retiene ya la atención porque ha nacido la evidencia de que en lo que concierne al espíritu original no hay nada que pensar, nada que conser var y nada que pueda obtenerse por el pensamiento: he aquí lo que yo llamo estar en el umbral del espíritu original.
Ser en el no-tiempo, en el no-lugar, en el no-movi miento, en la no-forma y en el no-pensamiento, y conocer lo que se percibe en ausencia de toda percepción, he aquí lo que yo llamo ver el espíritu original.

***

Todo hombre es iluminado por el espíritu original. Algunos tienen la experiencia, los demás lo ignoran. Esa es toda la diferencia entre ellos. En cuanto a vosotros, cráneos rapados, sois como un hombre ébrio que, desde el exterior, se aferra a los barrotes de una cárcel gritando que se le ha encerrado, que es inocente, y suplicando que se venga a liberarle. Nadie os retiene prisioneros excepto vosotros mismos. ¡Cráneos rapados, qué desastre el vuestró!.
No tenéis necesidad de nadie para ver la luz del sol. Toda incitación de los demás, sus descripciones, sus discursos y sus poemas sobre el tema de la luz del sol os son inútiles. Estáis en la luz del sol, ella calienta vuestros cuerpos y sin embargo no podéis atraparla y encerrarla en una caja. Todas vuestras tentativas para poseerla están perdidas de antemano. Si decís que la luz del sol está lejos y que andáis corriendo detrás de ella, ella os sigue. No podéis ni tenerla, ni deshaceros de ella. Eso, un viejo charlatán ya lo ha dicho, y otros antes que él.
Ocurre lo mismo con el espíritu original. Está presente tan brillante como la luz del sol. Pero vosotros no podéis ni acapararlo ni deshaceros de él. Cráneos rapados, si no sóis capaces de verlo es porque estáis cegados por todo el fárrago de las palabras de aquellos a quienes habéis puesto por encima de vuestras cabezas. No podéis verlo porque estáis obnubilados por vuestros esfuerzos para atraparlo con vuestros pensamientos, vuestros estados afectivos y vuestras prácticas. Lo imagináis lejos y está aquí. Queréis agarrarlo y se os escapa. Así pasáis vuestra vida intentando sin fin llenar un vaso sin fondo.
Si abrís los ojos entonces véis el espíritu original, como véis la luz del sol. No hay necesidad de intervenir para eso. El que ha visto un grano de arena ha visto todos los granos de arena de todas las orillas y de todos los fondos de todos los mares del mundo. Si véis el espíritu original entonces véis todo el espíritu original y sois el Buddha.
Ahora, cráneos rapados, escuchadme con la atención más extrema. Voy a enseñaros el gran secreto del espíritu original. Es lo más importante que hay en todo lo que se ha dicho nunca. Hélo aquí: No hay secreto del espíritu origi nal.
Haciendo una pirueta, el viejo Cheng partió y nadie oyó hablar más de él.


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