A. K. Coomaraswamy ha expresado en su artículo “The Iconography of
Dürer’s ‘Knots’ and Leonardo’s ‘Concatenation’” la significación simbólica de ciertos
“nudos” que se encuentran entre los grabados de Alberto Durero; tales “nudos”
son muy complicados entrelazamientos formados por el trazado de una línea
continua, y el conjunto se dispone en una figura circular; en varios casos, el
nombre de Durero aparece inscripto en el centro.
Esos “nudos” han sido
relacionados con una figura similar atribuida generalmente a Leonardo de Vinci,
y en cuyo centro se leen las palabras: Academia
Leonardi Vinci; algunos han querido
ver en ellas la “signatura colectiva” de una “Academia” esotérica, como
existían en cierto número en la Italia de la época. Es
importante advertir que se trata de líneas sin solución de continuidad;
los laberintos de las iglesias, igualmente, podían recorrerse de extremo a
extremo sin encontrar en ninguna parte punto de interrupción ninguno que
obligara a detenerse o a rehacer el camino, de modo que constituían en realidad
una vía muy larga que debía cumplirse enteramente antes de llegar al centro.
En
ciertos casos, como en Amiens, el “maestro de obra” se había hecho representar
en la parte central, así como Vinci y Durero inscribían en ella sus nombres; se
situaban así simbólicamente en una “Tierra Santa”, es decir, en un lugar
reservado a los “elegidos”.
En un sentido más “interior” y profundo de este simbolismo el ser que
recorre el laberinto o cualquier otra figuración equivalente llega finalmente a
encontrar así el “lugar central”, es decir, su propio centro.
La significación esencial y
propiamente metafísica del simbolismo del hilo está siempre presente la
representación del sûtrâtmtâ, el hilo
único. El cual es el que vincula todos
los estados de existencia entre sí y con su Principio, como vemos aquí lo esencial es que se trata siempre de
una línea sin solución de continuidad.
Así el hilo o su equivalente puede replegarse sobre sí
mismo formando entrelazamientos o nudos; y, en la estructura del conjunto, cada
uno de esos nudos representa el punto en que actúan las fuerzas que determinan
la condensación y la cohesión de un “agregado” correspondiente a tal o cual
estado de manifestación, de modo que, podría decirse, ese nudo mantiene al ser
en el estado de que se trata. Ello
se expresa, por un término como el de “nudo vital”. El hecho de que los nudos
referidos a estados diferentes figuren todos a la vez en el trazado simbólico
responde al punto de vista desde el cual todos los estados se consideran en
simultaneidad, punto de vista siempre más principial que el de la
sucesión.
Mircea Eliade ha hablado de la “ambivalencia” del simbolismo
de las ligaduras y los nudos, En
primer lugar, cabe advertir a este respecto que una ligadura puede considerarse
como lo que encadena o como lo que une, e inclusive en el lenguaje ordinario la
palabra tiene generalmente ambos significados. En el simbolismo de las ligaduras, corresponde a ello dos
puntos de vista que podrían decirse mutuamente inversos, y, si el más
inmediatamente aparente de los dos es el que hace de la ligadura una traba,
ello se debe a que ese punto de vista es en suma el del ser manifestado como
tal, en cuanto se ve a sí mismo como “atado” a ciertas condiciones especiales
de existencia y como encerrado por ellas en los límites de su estado
contingente.
Desde este mismo punto de vista, el sentido del nudo es como un
refuerzo del de la ligadura en general, pues, según antes decíamos, el nudo
representa con más propiedad lo que fija al ser en tal o cual estado; y la
porción de ligadura por la cual el nudo está formado es, podría decirse, lo
único de ella que puede ver el ser mientras sea incapaz de salir de los límites
de ese estado, escapándosele entonces necesariamente la conexión que esa ligadura
establece con los estados restantes.
El otro punto de vista puede calificarse
de verdaderamente universal, pues abarca la totalidad de los estados, y para
comprenderlo basta remitirse a la. noción del sûtrâtmâ: la ligadura, considerada. entonces en su extensión total,
es lo que los une, no solo entre sí, sino también con su Principio mismo, de manera que, muy lejos de seguir
siendo una traba, se convierte, al contrario, en el medio por el cual el ser
puede alcanzar efectivamente su Principio, y en la vía misma que lo conduce a
esa meta. En tal caso, el hilo o la cuerda tiene un valor propiamente “axial”,
y el ascenso por una cuerda tendida verticalmente, al igual que el de un árbol
o un mástil, puede representar el proceso de retorno al Principio.
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