Un
signo que denota la concepción de lo que llamamos la «vida ordinaria», y
que muestra el dominante punto de vista exclusivamente cuantitativo de la
cultura actual, es la concepción exclusivamente cuantitativa de la moneda, y el
papel preponderante que, en la sociedad moderna, desempeña en el punto de vista
«económico» mismo. Desde el punto de vista original y tradicional
esta concepción es el producto de una degeneración, pues es probado que la
moneda ha tenido en su origen y ha conservado durante mucho tiempo un carácter
y un valor propiamente cualitativo.
En
las civilizaciones estrictamente tradicionales: la moneda, allí donde existía,
no podía ser la cosa profana que ha devenido más tarde. Así se explica la
intervención en su acuñación de una autoridad espiritual, que añade una carga o
de una «influencia espiritual», cuya acción podía ejercerse efectivamente por
la mediación de los símbolos que constituían su «soporte» normal.
Así
en Roma se acuñaba en el Templo de Juno Moneta y la efigie del emperador
representaba al “Pontífice Maximus”, el constructor de puentes entre el Cielo y
la Tierra.
Como ejemplo de este carácter sacro de
la moneda podemos apuntar el uso de unas monedas, que podríamos llamar “fichas”
para desligarlas de la ceca templaria, me refiero a las “sprintias” monedas que
solo “circulaban” por los lupanares y si querías visitar uno debías ir a una
casa de cambio.
En esas casas cambiaban las monedas que hubieran en circulación
en el Imperio por éstas. Según aseguran varios historiadores, llevar una moneda
o un anillo con la imagen del emperador en un lupanar o en una letrina podía
llegar a suponer una acusación de traición.
Esta
deshonra y profanación al emperador se pagaba con la muerte.
Según
algunos historiadores, estas monedas tenían como fin solventar el problema del
idioma entre las prostitutas y sus clientes. Se empezaron a acuñar en el siglo
I y había 15 modelos diferentes. Aunque hay un modelo, que haría el número 16, y
representa un pene con alas.
Estaban
hechas de latón o bronce y tenía un tamaño de unos 20 mm de diámetro (como una
moneda de 50 céntimos de €). En una de sus caras había una postura sexual y en
la otra un valor numérico, el cuál regulaba el precio mínimo de esa postura en
la prostitución.
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