jueves, 2 de mayo de 2013

Moneda sacra y profana


     Un signo que denota la concepción de lo que llamamos la «vida ordinaria»,  y que muestra el dominante punto de vista exclusivamente cuantitativo de la cultura actual, es la concepción exclusivamente cuantitativa de la moneda, y el papel preponderante que, en la sociedad moderna, desempeña en el punto de vista «económico» mismo.   Desde el punto de vista original y tradicional esta concepción es el producto de una degeneración, pues es probado que la moneda ha tenido en su origen y ha conservado durante mucho tiempo un carácter y un valor propiamente cualitativo. 
En las civilizaciones estrictamente tradicionales: la moneda, allí donde existía, no podía ser la cosa profana que ha devenido más tarde. Así se explica la intervención en su acuñación de una autoridad espiritual, que añade una carga o de una «influencia espiritual», cuya acción podía ejercerse efectivamente por la mediación de los símbolos que constituían su «soporte» normal.

Así en Roma se acuñaba en el Templo de Juno Moneta y la efigie del emperador representaba al “Pontífice Maximus”, el constructor de puentes entre el Cielo y la Tierra.


 Como ejemplo de este carácter sacro de la moneda podemos apuntar el uso de unas monedas, que podríamos llamar “fichas” para desligarlas de la ceca templaria, me refiero a las “sprintias” monedas que solo “circulaban” por los lupanares y si querías visitar uno debías ir a una casa de cambio. 


En esas casas cambiaban las monedas que hubieran en circulación en el Imperio por éstas. Según aseguran varios historiadores, llevar una moneda o un anillo con la imagen del emperador en un lupanar o en una letrina podía llegar a suponer una acusación de traición.



Esta deshonra y profanación al emperador se pagaba con la muerte.
Según algunos historiadores, estas monedas tenían como fin solventar el problema del idioma entre las prostitutas y sus clientes. Se empezaron a acuñar en el siglo I y había 15 modelos diferentes. Aunque hay un modelo, que haría el número 16, y representa un pene con alas.


Estaban hechas de latón o bronce y tenía un tamaño de unos 20 mm de diámetro (como una moneda de 50 céntimos de €). En una de sus caras había una postura sexual y en la otra un valor numérico, el cuál regulaba el precio mínimo de esa postura en la prostitución.


 Se pueden encontrar algunas colecciones de estas curiosas monedas como la de Pompeya y la selección de las extensas propiedades de la colección Hunterian, Glasgow.