martes, 24 de septiembre de 2013

Eros, Cupido y Kamadeva


       Este grabado de la Obra de Francesco da Barberino, aparece cupido con unas abejas.  Está tomado de su obra  Documenti d'Amore.  Tanto los Fieles de Amor como los trovadores occitanos y provenzales, toman el lenguaje poético como un vehículo mediante el cual se narran las experiencias de un proceso espiritual consistente en invocar al Dios Amor y revestirse de una fuerza interior que “despierte a la mente que duerme” en palabras de Cavalcanti, y lleve finalmente a la unión con la Diosa Sabiduría, descrita siempre como una “Dama”. Francesco da Barberino, en su obra Documentos de Amor, habla justamente de esta Dama, identificándola con la propia doctrina metafísica, que al darnos el Conocimiento, la Gnosis, nos conduce a la verdadera vida; lo mismo sostiene Jacques de Baisieux en su Feudos de Amor cuando concibe a éste como vencedor de la muerte, lo cual ya está implícito en la propia palabra Amor: “A-mor”, es decir “no muerte”. Mas para alcanzar ese estado es necesario la pureza de corazón (el “cuore gentile”), o sea el corazón liberado de las pasiones y entregado enteramente a la contemplación de la Sabiduría, la que se derrama en él como en un recipiente.





Me recuerda la obra Venus y Cupido de Lucas Cranach el Viejo.  El pintor alemán nos presenta en su cuadro a un Cupido lloroso y acosado por un enjambre de abejas, que acude llorando y quejándose a su madre. 


Según dice entre lágrimas, una pequeña serpiente con alas le ha mordido y no le queda sino esperar la muerte. Su madre sonriendo le contesta: “Si el aguijón de una abeja tanto dolor te causa,, ¿cuánto mayor dolor no atormenta a aquellos cuyo corazón atraviesas con tus flechas?” El argumento está tomado de la Anacreóntica 35: Anacreóntica XXXV


Cierta vez el Amor
entre rosas jugando,
por no ver a una abeja
que dormía, fue picado.
Como le fuera herido
el dedo de la mano
gritó, y hacia Citere,
corriendo fue, volando:
"Perezco, madre, muero
-Eros dijo llorando-:
una serpiente alada,
pequeña, me ha picado
la cual abeja llaman
quienes labran el campo."
"Si el aguijón -dijo ella-
de la abeja has probado:
¿cuánto crees que padecen
cuantos sufren tus dardos?"


En la tradición Hindú encontramos a su paredro Kamadeva, este aparece con su cabeza adornada de flores; en su espalda se ve la aljaba con flechas floridas. 
Se le suele representar como un hombre alado, joven y hermoso. Tiene un arco de caña de azúcar con abejas posadas sobre él y sus flechas están decoradas con cinco tipos de flores fragantes. La cuerda está hecha con abejas. Estas producen miel kama madhu: ‘la miel del deseo’ enganchadas entre sí.
Su nombre kāma significa ‘deseo sexual’ y deva: ‘dios’. 
De acuerdo con el Śiva Purāna, Kāmadeva es creación e hijo del dios creador Brahmā.


 Quizá mito más conocido respecto de Kāmadeva es el que cuenta su aniquilación y posterior resurrección en manos del Señor Shivá. En el Kumāra Sāmbhava, Kandarpa (Kāmadeva) resolvió ayudar a la doncella Pārvatī para que se ganara el amor del Señor Shivá. Kandarpa disparó sus invisibles dardos de deseo contra Śivá para interrumpir su meditación y permitir que Pārvatī se ganara su atención. Pero el ardid le salió por la culata: Shivá se distrajo momentáneamente de su meditación, pero inmediatamente se dio cuenta de lo que había sucedido. Se enfureció, abrió su terrible tercer ojo y con una sola encendida mirada prendió fuego a Kandarpa. El cuerpo de Kandarpa quedó reducido a cenizas.


La calamidad no era sólo personal, ya que la aniquilación de Kāma (el deseo sexual), provocaría que el mundo se volviera frígido y nunca más se regenerara. Incluso el casamiento de Śhivá y Párvatī nunca tendría lugar. Más tarde, por el pedido de los dioses (que temían que ya no hubiera más humanos que les ofrecieran oblaciones) y por la intercesión de la diosa Párvati en favor de la esposa de Kandarpa, Rati, el Señor Shivá lo resucitó, asegurando de esa manera la continuidad reproductiva del mundo. Shivá volvió a Kandarpa a la vida, pero sólo como una imagen mental.  El arco de la luna y la miel parece que están desde el origen relacionados.


Otro grabado de la obra de Francesco da Barberino, Documento de Amor.

domingo, 8 de septiembre de 2013

La Mosca en el pecho de Cristo


         Hay muchas especies de moscas, entre ellas la mosca negra o sarcophaga carnaria, que dicen que solo se alimenta de carne…
 estas nos distraen y mosquean cuando estamos vivos y nos devoran cuando estamos muertos. De alguna manera, se simboliza en la mosca esa incapacidad que tenemos para concentrar y focalizar el pensamiento.  En ese sentido, la mosca es una expresión de la fenomenalidad sensorial enemiga del pensamiento contemplativo. En el Evangelio, Mateo habla de Baal Zebul (el Señor de las Moscas).  


 
 Hoy me encontré con esta en una pintura, esto sí que no me ha distraido, es una cosa llamativa. La “musca depicta” o mosca pintada, la primera se atribuye a Giotto, como una broma maquinada por el genio florentino para burlar a su maestro Cimabue, nos cuenta esto Vasari, la primera persona que acuñó el término Renacimiento (Rinascita): "Giotto, en su juventud, pintaba un día de una manera asombrosa una mosca sobre la nariz de una figura comenzada por Cimabue, su maestro, quien metiéndose de nuevo a su trabajo, intenta varias formas de cazarla con la mano, antes de darse cuenta de su confusión".  La que me ha llamado la atención es la del pecho del Nazareno del “Cristo en el Sepulcro” de Giovanni Santi.

          La mosca pintada exalta entonces la capacidad de la pintura al engañar los ojos, viniendo un detalle de la imagen cerca del espectador, como si saliera del plano de la pintura. Como la gloria de Florencia se  tenía en fundar un espacio "que perfora el muro".
  Pero que sucede en esta mosca que Giovanni Santi, el padre de Rafael, pìntó sobre el pecho de Cristo.
 Animal nefasto, alimentándose sobre los cadáveres, y trasmitiendo enfermedades y en particular, según Plinio el  Viejo, la peste, la mosca tiene valor moral en pintura. Aquí la mosca no pudo dejar sus huevos ni las larvas pudieron encontrar alimento.  


        La mosca de Giotto recuerda la famosa cortina de Parrasios, que fuera tomada por Zeuxis en persona.
     Del antiguo pintor griego Zeuxis (o Zeuxippos, h. 464 a.C. – h. 398 a.C.) ninguna obra se conserva, y si podemos saber algo de su obra, lo debemos a referencias literarias. En una de ellas —la “Naturalis Historia ” de Plinio el Viejo (23 - 79)— se nos cuenta la disputa que hubo una vez entre el maestro y su coetáneo y no menos diestro rival también Parrasio (siglo V a.C.). Para dilucidar cuál de ellos era mejor, decidióse exhibir juntas una tabla de cada uno. La de Zeuxis representaba a un muchacho llevando una cesta de uvas en la cabeza y provocó que varias moscas se acercasen para intentar picotear las uvas de la tabla, lo que fue considerado como sobrada muestra de la excelencia de su arte. Esto pareció zanjar la cuestión, pero Zeuxis pidió a Parrasio que retirara la cortina que hasta entonces había cubierto su tabla. Parrasio mostró entonces que no había tal cortina, pues se trataba de una cortina pintada. Si Zeuxis había engañado a los pájaros, Parrasio había engañado a Zeuxis.