El
Apóstol Santiago, llamado Jacobo, y que pasó al latín como Iacobus y derivó en
nombres como Yago, Tiago y Santiago (sanctus Iacobus), fue
el primer discípulo en perder la cabeza por Jesús. Miembro de una familia de
pescadores, hermano de Juan Evangelista -ambos apodados Boanerges (‘Hijos del
Trueno’), por sus temperamentos impulsivos-. Es en Zaragoza, tras reclutar a los
siete varones apostólicos, dónde funda el primer templo mariano, por ser ahí el lugar en que la Virgen se hace presente sobre un pilar,
episodio hoy venerado en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Fueron
estos siete discípulos, relata la leyenda, los que, tras la dacapitación a
Santiago, logran escaparse aprovechando la oscuridad de la noche, trasladaron
el cuerpo del apóstol Santiago en una barca hasta Galicia, adonde arribaron a
través del puerto de Iria Flavia (actual Padrón). Los varones depositaron el
cuerpo de su maestro en una roca -que fue cediendo y cediendo, hasta
convertirse en el Sarcófago Santo- para visitar a la reina Lupa, que entonces
dominaba desde su castillo las tierras donde ahora se asienta Compostela, y
solicitarle a la poderosa monarca pagana tierras para sepultar a Santiago. La
reina acusó a los recién llegados de pecar de soberbia y los envió a la corte
del vecino rey Duyos, enemigo del cristianismo, que acabó encerrándolos. Según
la tradición, un ángel -en otros relatos, un resplandor luminoso y estrellado-
liberó a los siete hombres de su cautiverio y, en su huida, un nuevo milagro
acabó con la vida de los soldados que corrían tras ellos al cruzar un puente.
Pero no fue el único contratiempo con el que se toparon los varones. Los bueyes
que les facilitó la reina para guiar el carro que transportaría el cuerpo de
Santiago a Compostela resultaron ser toros salvajes que, sin embargo, también
milagrosamente, fueron amansándose solos a lo largo del camino. Lupa, atónita
ante tales episodios, se rindió a los varones y se convirtió al cristianismo,
mandó derribar todos los lugares de culto celta y cedió su palacio particular
para enterrar al Apóstol. Hoy se erige en su lugar la catedral de Santiago.
En
hebreo cada letra posee un significado y la tav es reconocida por ser la última
letra de la palabra de la que es emblema ת מא emet
“verdad”. Como consideración preliminar, diremos que por ser la última del
alefato, nos retrotrae a conceptos de término y consumación, por lo que hemos
de entender que en el propósito divino es revelar la "Verdad" esto
es, los secretos mas íntimos de Su Torah, al final de los tiempos. En cuanto a
su etimología, diremos que tav proviene de la raíz הות tavah que significa "marcar"
por lo que la traducimos como "marca" o "señal".
Las tres letras que componen la palabra
emet, son el principio, la mitad y el final de las letras del alef-bet.
Hay un pasaje muy
significativo de la Biblia en el que esta letra aparece escrita de forma
completa. Leemos en el libro del profeta Ezequiel: "Y dijo El Eterno: pasa
por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén y ponles una señal ו ת (Tav) sobre sus frentes a los
hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en
medio de ella" ( Ez. 9:4).
Debemos
fijarnos en el cayado que porta Santiago en el Pórtico de la Gloria, tiene
forma de “Tau”.
Realizaré un circunloquio para apuntar
que la palabra para “Biblia” en hebreo, tóráh ה ר ו ת contiene el verbo túr ר ו ת que significa «circular» , y «explorar, examinar, investigar.
.. ». La palabra ר ו ת tór es la «vuelta» el «collar». La torca celta
debe tener la misma raíz ר ו ת. El examen que hacemos sobre la tóráh es por lo
tanto descrito por un movimiento circular, un retorno en la profundidad de las
palabras y de cada una de las letras, para alcanzar su corazón...
Pero hay más: esta
misma palabra ר ו ת designa en arameo, el «buey» el «toro», este último, probablemente, ha debido sacar de él su
raíz. En torno de las mismas tres letras volvemos a encontrar el nombre de la
«bestia cornuda» por una parte y, por otra, el de la información oculta en las
profundidades. En la palabra, ר ו ת
tor, la cabeza (ר) está
concernida; ella es aquí el tav «signo ו ת », el «símbolo» de la fecundidad. Entendamos
que aquí se trata de todo el ser, que la cabeza recapitula.
Este darse
vuelta ה ב ו ש ת tesúbáh- es el trabajo fundamental del hombre para llegar al descanso sel
sábado. La tesúbáh lleva al hombre a penetrar en el misterio de su origen.
Desprendiendo el sarro a la palabra «penitencia» reconoceremos el mismo
significado de la tesúbáh hebrea, que asimismo es la metanoia griega: un darse
vuelta. « Si no volvéis a ser como esos niños pequeños, dice Cristo, no
entraréis en el Reino ...» Mc. 10, 15.
Representa la Vía a
la que debe retornar el hombre que tomó una vía sin salida. Un reencuentro con
el camino del origen; es el movimiento del hijo pródigo que, interiormente, se
da vuelta en sí mismo y exteriormente, «regresa a casa de su padre, de donde
partió». Camino que el cristiano puede realizar ritualmente al recorrer el “Camino
de Santiago”, para llegar a la Catedral de Santiago de Compostela que tiene
forma de Tau.
La
TAU es más conocida por ser una letra, tanto del alfabeto griego, como el
hebreo, precisamente son las dos lenguas oficiales de la Biblia, y
“casualmente” es la única letra que comparten ambos alfabetos.
A pesar que la última
letra del moderno alfabeto hebreo (ת), ya no tiene la forma de una cruz, tal
como esté descrita en las variaciones anteriores, los primeros escritores
cristianos al comentar la Biblia, usaron la versión griega llamada la
"Septuaginta" En esta traducción griega de las escrituras hebreas (la
cual llaman los cristianos "el Viejo Testamento") la Tau se escribía
como una "T".
Esta letra y signo,
vino a representar la cruz de Cristo como el cumplimiento de las promesas del
Viejo Testamento. La cruz, como figura de la última letra del alfabeto hebreo,
representaba los medios por los cuales Cristo transformaba la desobediencia del
"viejo Adán" en la figura de nuestro Salvador como el "Nuevo
Adán".
Ese
signo que marca a los que son propiedad de Dios y están bajo su protección, lo
reconocemos en aquellos que, como Santiago han perdido la cabeza por Él. Si reconocemos a la tau (T) una cruz
descabezada, veremos que le falta aquella parte que corresponde a la cabeza de
Jesucristo y sobre la que se escribió el cartel del INRI. Dice el Evangelio: “Y
escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito
era: Jesús Nazareno, Rey de los Judios. Y muchos de los Judíos leyeron este
título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad;
y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín . Y decían a Pilato los
pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo:
Rey soy de los Judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, escrito está.”
(Juan
19:19-22.)