viernes, 25 de julio de 2014

El Apóstol Santiago y la Tau


       El Apóstol Santiago, llamado Jacobo, y que pasó al latín como Iacobus y derivó en nombres como Yago, Tiago y Santiago (sanctus Iacobus), fue el primer discípulo en perder la cabeza por Jesús. Miembro de una familia de pescadores, hermano de Juan Evangelista -ambos apodados Boanerges (‘Hijos del Trueno’), por sus temperamentos impulsivos-. Es en Zaragoza, tras reclutar a los siete varones apostólicos, dónde funda el primer templo mariano, por ser ahí el lugar en que la Virgen se hace presente sobre un pilar, episodio hoy venerado en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.


       Fueron estos siete discípulos, relata la leyenda, los que, tras la dacapitación a Santiago, logran escaparse aprovechando la oscuridad de la noche, trasladaron el cuerpo del apóstol Santiago en una barca hasta Galicia, adonde arribaron a través del puerto de Iria Flavia (actual Padrón). Los varones depositaron el cuerpo de su maestro en una roca -que fue cediendo y cediendo, hasta convertirse en el Sarcófago Santo- para visitar a la reina Lupa, que entonces dominaba desde su castillo las tierras donde ahora se asienta Compostela, y solicitarle a la poderosa monarca pagana tierras para sepultar a Santiago. La reina acusó a los recién llegados de pecar de soberbia y los envió a la corte del vecino rey Duyos, enemigo del cristianismo, que acabó encerrándolos. Según la tradición, un ángel -en otros relatos, un resplandor luminoso y estrellado- liberó a los siete hombres de su cautiverio y, en su huida, un nuevo milagro acabó con la vida de los soldados que corrían tras ellos al cruzar un puente. Pero no fue el único contratiempo con el que se toparon los varones. Los bueyes que les facilitó la reina para guiar el carro que transportaría el cuerpo de Santiago a Compostela resultaron ser toros salvajes que, sin embargo, también milagrosamente, fueron amansándose solos a lo largo del camino. Lupa, atónita ante tales episodios, se rindió a los varones y se convirtió al cristianismo, mandó derribar todos los lugares de culto celta y cedió su palacio particular para enterrar al Apóstol. Hoy se erige en su lugar la catedral de Santiago.


En hebreo cada letra posee un significado y la tav es reconocida por ser la última letra de la palabra de la que es emblema ת  מא  emet “verdad”. Como consideración preliminar, diremos que por ser la última del alefato, nos retrotrae a conceptos de término y consumación, por lo que hemos de entender que en el propósito divino es revelar la "Verdad" esto es, los secretos mas íntimos de Su Torah, al final de los tiempos. En cuanto a su etimología, diremos que tav proviene de la raíz הות tavah   que significa "marcar" por lo que la traducimos como "marca" o "señal".


           Las tres letras que componen la palabra emet, son el principio, la mitad y el final de las letras del alef-bet.  

     Hay un pasaje muy significativo de la Biblia en el que esta letra aparece escrita de forma completa. Leemos en el libro del profeta Ezequiel: "Y dijo El Eterno: pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén y ponles una señal  ו ת (Tav) sobre sus frentes a los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella" ( Ez. 9:4).


Debemos fijarnos en el cayado que porta Santiago en el Pórtico de la Gloria, tiene forma de “Tau”.
 Realizaré un circunloquio para apuntar que la palabra para “Biblia” en hebreo, tóráh  ה ר ו ת   contiene el verbo túr   ר ו ת    que   significa  «circular» ,  y  «explorar,  examinar,  investigar. .. ».   La  palabra   ר ו ת  tór es la «vuelta» el «collar».   La torca celta debe tener la misma raíz ר ו ת. El examen que hacemos sobre la tóráh es por lo tanto descrito por un movimiento circular, un retorno en la profundidad de las palabras y de cada una de las letras, para alcanzar su corazón...

                                     
        

     Pero hay más: esta misma palabra  ר ו ת  designa en arameo, el  «buey» el  «toro», este último, probablemente, ha debido sacar de él su raíz. En torno de las mismas tres letras volvemos a encontrar el nombre de la «bestia cornuda» por una parte y, por otra, el de la información oculta en las profundidades. En la palabra, ר ו ת  tor,  la cabeza (ר) está concernida; ella es aquí el tav «signo ו ת », el «símbolo» de la fecundidad. En­tendamos que aquí se trata de todo el ser, que la cabeza recapitula.


     Este darse vuelta  ה ב ו ש ת  tesúbáh- es el  trabajo funda­mental del hombre para llegar al descanso sel sábado. La tesúbáh lleva al hombre a penetrar en el misterio de su origen. Desprendiendo el sarro a la palabra «penitencia» reconoceremos el mismo significado de la tesúbáh hebrea, que asimismo es la metanoia griega: un darse vuelta. « Si no volvéis a ser como esos niños pequeños, dice Cristo, no entraréis en el Reino ...» Mc. 10, 15.


     Representa la Vía a la que debe retornar el hombre que tomó una vía sin salida. Un reencuentro con el camino del origen; es el movimiento del hijo pródigo que, interiormente, se da vuelta en sí mismo y exteriormente, «regresa a casa de su padre, de donde partió». Camino que el cristiano puede realizar ritualmente al recorrer el “Camino de Santiago”, para llegar a la Catedral de Santiago de Compostela que tiene forma de Tau.
La TAU es más conocida por ser una letra, tanto del alfabeto griego, como el hebreo, precisamente son las dos lenguas oficiales de la Biblia, y “casualmente” es la única letra que comparten ambos alfabetos.


     A pesar que la última letra del moderno alfabeto hebreo (ת), ya no tiene la forma de una cruz, tal como esté descrita en las variaciones anteriores, los primeros escritores cristianos al comentar la Biblia, usaron la versión griega llamada la "Septuaginta" En esta traducción griega de las escrituras hebreas (la cual llaman los cristianos "el Viejo Testamento") la Tau se escribía como una "T".


     Esta letra y signo, vino a representar la cruz de Cristo como el cumplimiento de las promesas del Viejo Testamento. La cruz, como figura de la última letra del alfabeto hebreo, representaba los medios por los cuales Cristo transformaba la desobediencia del "viejo Adán" en la figura de nuestro Salvador como el "Nuevo Adán".


Ese signo que marca a los que son propiedad de Dios y están bajo su protección, lo reconocemos en aquellos que, como Santiago han perdido la cabeza por Él.  Si reconocemos a la tau (T) una cruz descabezada, veremos que le falta aquella parte que corresponde a la cabeza de Jesucristo y sobre la que se escribió el cartel del INRI. Dice el Evangelio: “Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: Jesús Nazareno, Rey de los Judios. Y muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín . Y decían a Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, escrito está.”
(Juan 19:19-22.)



domingo, 13 de julio de 2014

El Cayado de San José


      En las revelaciones a Sor Ana Catalina Emmerich se dice: La Santa Virgen vivía en el colegio con otras muchas vírgenes bajo
la vigilancia de piadosas matronas. Esas vírgenes se ocupaban de
bordados y obras de esa clase para las colgaduras del templo y
paramentos sacerdotales; también cuidaban del aseo de los
vestidos y de otros objetos pertenecientes al culto divino. Tenían
celditas con vista al interior del santuario, en las cuales oraban y
meditaban. Cuando llegaban a la edad nubil, se procuraba casarlas.


Sus padres las habían consagrado enteramente a Dios al
conducirlas al templo y entre los más piadosos israelitas, había el
presentimiento de que uno de estos matrimonios, produciría a su
tiempo la venida del Mesías. Habiendo pues cumplidos catorce
años la Santisima. Virgen y debiendo se salir del lugar santo pronto con otras siete niñas para casarse, ví que Santa Ana la vino a visitar. Ya no vivía Joaquín. La Santa Virgen tenía una cabellera abundante, de un rubio dorado, cejas negras y arqueadas, ojos grandes, habitualmente bajos, con largas pestañas negras, nariz de bella forma y un poco larga, boca noble y graciosa y barba afilada; su talla era mediana y marchaba con gracia, decencia y gravedad. Cuando se anuncio a María que debía dejar el colegio y casarse, la ví profundamente conmovida y declaró al sacerdote que ella no deseaba dejar el templo, que se había consagrado solo a Dios y que no le agradaba el matrimonio, pero se le respondió que debía de casarse.


Enseguida la vi en el oratorio rogar a Dios con fervor; me acuerdo
también que, teniendo mucha sed, bajó con su cantarito para
llenarlo de agua en un estanque o depósito y de allí oyó una voz sin aparición visible, que le consoló y la fortificó haciéndole conocer que debía consentir en casarse.
Después, se enviaron mensajeros a todas partes del país convocando al templo a todos los hombres solteros del linaje de
David. Reunidos y que fueron muchos de ellos al santuario en traje de fiesta, los presentaron a la santa Virgen; y ví entre ellos a un joven muy piadoso de la comarca de Belén. Este joven había pedido a Dios con gran fervor el cumplimiento de la promesa y descubrí en su corazón un gran deseo de ser esposo de María.



Cuando María volvió a su celda, derramó santas lágrimas porque no podía ni siquiera imaginarse que tuviese que dejar de ser virgen. Entonces vi que el gran sacerdote obedeciendo a un impulso interior que había recibido, presentó una vara a cada uno de los asistentes y les encargó que escribiesen su nombre en la respectiva vara y que cada uno la tuviera en la mano durante la oración y el sacrificio. Cuando hubieron practicado todo lo que se les dijo, se recogieron las varas, se colocaron sobre el altar ante el Santo de los Santos y se les anunció que aquel cuya vara floreciera, sería el designado por Dios para ser el esposo de María de Nazaret. En virtud de la orden del gran sacerdote, José vino también a Jerusalén y se presentó al templo. También se le hizo tener en la mano una vara durante la oración y el sacrificio. Cuando se disponía ponerla sobre el altar ante el Santo de los Santos, brotó de la vara una flor blanca semejante a una azucena y vi bajar sobre él cierta aparición luminosa; era como si hubiese recibido el Espíritu Santo.
Se conoció pues que, José era el hombre designado por Dios para
esposo de la santa Virgen; los sacerdotes lo presentaron a la santa
Virgen María en presencia de su madre. María resignada con la
voluntad de Dios, lo aceptó humildemente como su esposo, porque sabía que todo es posible para Dios, que había recibido su voto de pertenecer a EL únicamente.
José, hijo de Jacob, era el tercero de seis hermanos. Sus padres
moraban enfrente de Belén, en una gran casa que en otro tiempo
fue de Isaí o Jessé, padre de David. el báculo de José, es su herencia y su derecho de acuerdo a las promesas y a las profecías. De ese báculo nos hablan las Sagradas Escrituras -como veremos- y él nos recuerda que José es descendiente de Jacob, de Judá, de Jesé, de David. José se apoya en su genealogía: en la historia de las Alianzas de Dios con sus ancestros y en las Profecías que se cumplen en el Niño Jesús, su hijo. Por eso, vemos en este báculo no sólo el bastón del pastor, del peregrino, de los patriarcas, sino también el cetro de los reyes, descendientes de David. José, que es para los hombres solamente "el carpintero", es para Dios "Hijo de David". Su cetro es su derecho de príncipe, que aunque los hombres desconozcan, Dios no olvida.
De alguna manera, el bastón es aquello en lo que alguien se apoya.
Significa aquéllo que le da seguridad y firmeza a alguien. El báculo es pues la fe de San José y su esperanza, puestas ambas en la Palabra de Dios: en Jesús y su obra.


 También La flor, como símbolo, evoca la vida. La vida del hombre en lo que tiene de bella, de hermosa, pero también en lo que tiene de efímera y fugaz, En la Sagrada Escritura leemos: El hombre es como la hierba, sus días como la flor del campo. Así florece. Un viento la marchita y ya no existe. El lugar donde estuvo no la ve más (Salmo 102, 15). Isaías, el profeta, retoma la expresión proverbial en Israel, pero proyecta sobre su melancolía una promesa de esperanza: la Palabra de Dios -sugiere- es flor que no pasa ni se marchita como las demás. Es el mensaje profético referente al Verbo que asume esta flor efímera de la carne, para levantarla por la resurrección a una condición eterna. Un mensaje que Dios le ordena al profeta que anuncie a los gritos: Una voz dice: ¡Grita! Y digo: ¿qué he de gritar? Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba... pero la Palabra de nuestro Dios permanece para siempre. (Isaías 40, 6-8).
La palabra que da vida, es flor por excelencia. Jesús es vida y es flor. Así lo sugiere también su nombre Jesús nazareno. San Jerónimo y otros Interpretan el nombre de la anónima y olvidada Nazareth como flor. Así Jesús de Nazareth se puede leer como la Perla sobre la Flor.



 A propósito de un dibujo del báculo de San José, que se encuentra en la Capilla de San José en la Basílca del Pilar de Zaragoza.
Nicolò Grimaldi. Al ilustrisimo y Excelentisimo Señor Nicolo Duodo embajador de la Serenísima República de Venecia en Roma. En señal de humilde deferencia realizado al E. V. El dibujo del bastón de San José, esposo de María Virgen, que floreció milagrosamente en sus manos y que fue transportado por San José de Arimatea a Inglaterra. Se conserva actualmente en Napoles, custodiado por quién tiene el honor de estar siempre lleno de un profundo respeto. Roma 19 de Marzo de 1720. Caballero Nicolo Grimadi.

Nicolò Grimaldi (*1673 - †1732), más conocido como Nicolini o Nicolino fue un cantante de ópera castrado italiano. Nació en Nápoles en 1673 y su figura es fundamental en la historia del melodrama barroco pues promocionó más que nadie la ópera italiana en Inglaterra, siendo además el artista más completo de entre sus coetáneos capaz de unir la excelencia canora con un elevadísimo grado de recitación siendo considerado un óptimo cantante y actor.
 En 1700 viajó a Venecia, ciudad que lo adoptaría por varios años y que se convertiría en su segunda patria. Permaneció ininterrumpidamente ahí hasta 1708 y recogió tal admiración que en 1705 le fue dado el título de Caballero de la cruz de San Marco, inmediata consecuencia de su interpretación del Antioco de Gasparini.

Al año siguiente Nicolini viaja a Londres en una extraordinaria decisión de establecerse en esa ciudad.   Su permanencia en esa ciudad, como el hecho de haber coincidido con Haendel, contribuyeron de sobremanera a la creación de un naciente interés por la ópera italiana en Inglaterra que tuvo su culminación en la producción operística y de oratorios de Haendel. La primera aparición de Nicolini en Londres fue en diciembre de 1708, cantando en italiano y en inglés. Se trató de la ópera Pirro e Demetrio de Scarlatti.  Tras este tumultoso éxito, la actividad operística en Londres se volvió febril. En 1711 Haendel llegó a Londres con una representación de su Rinaldo que obtuvo enorme éxito. Con esta representación se inició una serie de composiciones heandelianas donde la parte del héroe era interpretada por un castrado.


El 14 de junio de 1712 Nicolini se despidió de Londres tras 4 años de permanencia y de constante triunfos con la opera Antioco de Gasparini. Luego de lo cual el cantante regresó a Venecia donde obtuvo enorme éxito en Le gare generose de Albinoni y La verita nell’inganno de Gasparini. En Venecia tuvo la oportunidad de lucir el Bastón de San José, una joya de inestimable valor que le regalara la Reina Ana de Inglaterra y que el cantante exhibió en contadas ocasiones en la fiesta del santo.