viernes, 26 de abril de 2013

El Tambor de Agua


Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo
aparecería a los hombres como realmente es: infinito.
Pues el hombre está confinado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de
su caverna.
William Blake

    Hace unos años hice uso del peyote durante una ceremonia de la Native American Church.  De esa forma hice caso a lo que aconsejó A. Huxley de  “tomarse ocasionalmente unas vacaciones de la cotidianeidad”. El Peiotl o péyotl era el nombre de este cactos en la lengua Náhuatl, idioma de los Mexicas (o Aztecas, como se los conoce hoy en día; los Chichimecas eran sus antepasados). 

     Existen muchos indicios de que los Aztecas (que vivían en el valle de México, donde hoy se levanta la moderna capital) y otros grupos indígenas que vivían al norte de México veneraban el cactos y lo usaban como accesorio de sus ceremonias religiosas. Este prologo es para explicar las circunstancias deuna visión que tuve y que me hizo reflexionar sobre el origen del estilo artístico de este pueblo y que se puede ver en las estelas de piedra y en los restos de códices mexicas o aztecas. 


Los Códices Aztecas son libros escritos en el periodo pre-Colombino y durante la época colonial, que proporcionan las mejores fuentes primarias sobre su cultura.  Unos aspectos que convendría  atender sobre las circunstancias o condiciones particulares que intervienen en la configuración de un "estilo artístico". Así como el uso de tinta y pincel determina el estilo caligráfico chino y el de tablillas de cera el estilo de la caligrafía romana, mi hipótesis es que el estilo azteca y maya sigan el estilo que dependa del uso ritual del tambor de agua.


    Esta observación se debe a los signos y  figuras que observé,  en una ocasión, sobre el tejido de cuero sin curtir, de un tambor ceremonial de agua, figuras que se iban componiendo sobre la superficie húmeda, que siendo  golpeadas por el palillo, dejaban un  círculo seco con un cerco bien marcado por el agua trasegada.    Me quedé absorto y sorprendido al observar que las mutantes imágenes que se  desarrollaban sobre el tejido animal, fueran similares formalmente a los petroglifos de las estelas olmecas y zapotecas, pudiendo muy bien ser el origen del que tomaron forma. El tambor de agua, es una representación simbólica de la “Madre Tierra”, que como matriz cósmica, da nacimiento a los seres a ser tocada por el sonoro “Padre Cielo”.



El tambor de Agua utilizado actualmente en la Native American Church es de bronce, tiene tres pies y la piel de  gamo se monta mediante siete bolas de madera y un cordón rojo. Para tensarlo se utiliza la cornamenta del mismo venado. En el agua se suele añadir conchas y piedrecitas singulares que representan los gérmenes de los descendientes. Además como si de una matriz se considerara el toque es de unos 160 golpes por minuto como los latidos de un bebé en gestación.


El peyote ya se debió conocer en la Prehistoria, pues se han hallado restos de la planta y objetos relacionados con el culto (raspadores, cánulas con incienso, un sonajero), en un conjunto de cuevas de la región de confluencia del Río Grande con el Pecos, datadas en torno a los 5.000 años a.C. 


Fray Bernardino de Sahagún, fino y preciso observador, lo menciona en su “Historia general de las cosas de la Nueva España”,  donde dice: “…se llama peyotl, es blanca, hácese hacia la parte del Norte, los que la comen o beben ven visiones espantosas o irrisibles; dura esta borrachera dos o tres días y después se quita”.   
Fray Bernardino de

  Los huicholes de México, preservaron sus costumbres y así se puede estudiar su culto en condiciones únicas, aunque son reservados al respecto, como cualquier creyente de cualquier religión, si se desconfía del extraño. Un periodista preguntó a un chamán huichol por la “droga ”, en presencia de Peter
Furst, quien refiere la anécdota, y fue respondido con gran indignación por el chamán, que le dijo: “la aspirina es una droga, el peyote es sagrado”,   no todo es relativo.


Una vez al año, los voluntarios emprenden un viaje de varios días a La Mojonera, en Altamira, Estado de Tamaulipas, a unos 400 Km. de distancia de su territorio, para obtener la provisión anual de peyote, conducidos por un chamán, que, para acceder a esa dignidad, ha debido hacer el viaje al menos cinco veces.  
Es interesante el hecho de que los huicholes y otras etnias suelen representar los motivos de sus alucinaciones como decoración de tejidos y objetos diversos, tal como propuso Lewis-Wiliams como explicación de los temas que aparecen en las pinturas del Paleolítico.


Entre los tarahumara de Chihuahua también pervive un culto del peyote, al que llaman kíkuli  o jiculi,  que consideran divino: hermano gemelo del padre Sol. También peregrinan para la recolección y sus ceremonias son parecidas  a las de los huicholes, salvo que usan una cruz en el lugar a las de los huicholes, salvo que usan una cruz en el lugar del rito y que consumen el cacto reducido a pasta y mezclado con agua pura, que luego beben durante la danza en torno al fuego.  

Hacia 1870 el culto se propagó por las praderas de los Estados Unidos llevado por los apaches mescaleros, tras una incursión a México, con motivo de las guerras indias. Ellos enseñaron el culto a los kiowas y comanches, entre los que se originó la creencia de que “Dios había depositado algunos de sus poderes en el peyote y que Jesucristo entregó la planta a los indios en época de penuria” , según cita John Cashman. En 1876 el culto
había llegado a Canadá. En 1918 se fundó, por líderes de estas y otras tribus, la Native American Church,  que se ha extendido hasta Canadá.   



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