ARTE INDUMENTARIA
El vestido, como lenguaje, es una de las prerrogativas del hombre. Sin
duda, la noción de vestido es a la vez relativa y compleja el «vestido» puede
tener por función, o bien disimular el cuerpo, o bien, por el contrario,
realzar su simbolismo o su belleza.
El vestido confiere al
hombre una personalidad, es decir, expresa o manifiesta una función que
representa por eso mismo las cualidades correspondientes.
El vestido en sí puede representar lo que vela, luego el exoterismo,
pero se interioriza y se «esoteriza» mediante sus elementos simbólicos, de tal
manera que se expresa mediante un
lenguaje. Así el vestido
representa a su vez el alma o el espíritu, o sea el interior, y entonces el
cuerpo no significa más que nuestra existencia material y terrenal; esto
implícitamente y por comparación -no en sí y considerado al margen de todo
contexto vestimentario-, pues la primacía espiritual de determinada vestidura
corresponde a un punto de vista más contingente y más «tardío» que la primacía
espiritual del cuerpo.
Según unos, la Virgen celestial que trajo el Calumet a los indios
pieles rojas iba vestida de blanco; según otros, iba desnuda; el color blanco y
la desnudez se refieren ambos a la pureza, la primordialidad y la
esencialidad, y por lo tanto también a la universalidad.
Nuestra intención aquí es hablar de un estilo de vestir prácticamente
poco conocido y por lo tanto insuficientemente apreciado, pero muy expresivo e
incluso fascinante, el de los toreros. Al hacerlo, no tenemos la sensación de
encerrarnos en un tema demasiado limitado, pues hablar de determinado arte es
siempre hablar del arte como tal; aparte de que este tema lleva de hecho a
consideraciones de interés general.
«Si un proverbio francés dice que el
hábito no hace al monje, existe un proverbio alemán que dice justamente lo
contrario: Kleider machen Leute, el vestido hace a la persona... Todo el mundo
puede constatar cuánto modifica nuestro comportamiento el hecho de llevar un
vestido determinado: es que el individuo tiende a anularse ante la función, de
modo que el vestido en cierto modo lo remodela».
La característica más acusada de la ropa del torero es, por un lado esa
vestimenta que marca y se adapta al cuerpo, esta hecha con costuras y necesita
de la escuadra y del compás para construirse; por otro lado está la capa,
prenda sin costuras y que se coloca sobre la anterior. Se podría decir que esos
dos elementos, la vestimenta con costuras y la inconsútil que carece de costuras por ser de una sola pieza;
concuerdan en formar la vestimenta. Recordemos la “túnica sagrada” de Jesucristo: «Los soldados, después que
crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes,
un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de
una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: "No la rompamos; sino
echemos a suertes a ver a quién le toca".
Entre los pueblos más diversos podemos encontrar estos dos elementos
significativos de la indumentaria, generalmente los
pueblos nobles, que rozan
habitualmente y por vocación el sufrimiento y la muerte y que tienen el culto
del dominio de sí mismo y de la dignidad, aspecto en el que este modo de vestir
muestra necesariamente su nobleza y grandeza.
En lo que respecta al simbolismo
de la “Túnica inconsútil” y las demás piezas con costura de Jesús, en el
cristianismo, podríamos decir que los hombres pueden dividir a la Iglesia en su
elemento humano y visible, pero no su unidad profunda que se identifica con el
Espíritu Santo. La túnica de Cristo no fue ni jamás podrá ser dividida. Es
también inconsútil. Es la fe que profesamos en el Credo: «Creo en la Iglesia,
una, santa, católica y apostólica».