domingo, 22 de mayo de 2011

¡Escucha, hombrecito!


Estos días intentando desgranar el trigo de la paja en las múltiples consignas que se exponían en las sentadas de 15-M, no dejaba de pensar en la persistente mezcla del trigo y la cizaña con la que tenemos que enfrentarmos en cualquier campo y sobre todo en la ideología política. Mientras leía el “Retorno a los Orígenes” (Reflexiones sobre el Tao) de Huanchu Daoren, concretamente la que dice: Quienes confian en los demás descubriran que no todo el mundo es necesariamente sincero, pero ellos mismos ya son sinceros. Quienes sospechan de los demás descubrirán que no todo el mundo necesariamente les engaña, pero ya se han convertido ellos mismos en mentirosos. Me acordé, por asociación de ideas,  de un texto que leí hace años de Wilhelm Reich y que se titula “Escucha, hombrecito”



 Curioso personaje Este W. Reich. Psicoanalista, sexólogo y político, nació en Dobrzcynica (Austria) y murió en Pennsylvania (EE.UU.) el año 1957. Discípulo de Freud y miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, se afilió en 1927 al Partido Socialdemócrata austríaco y en 1930 al Partido Comunista alemán, creando y dirigiendo la Asociación alemana para una política sexual proletaria (Sexpol). Analizó la función social que en el sistema capitalista ejerce la represión sexual como soporte de las ideologías autoritarias, y, a través de: la Sexpol, trató de introducir la lucha por la liberación sexual en la política de la clase obrera. Exiliado en 1935 en Noruega, pasó en 1939 a EE.UU. Abandonó el marxismo y sus investigaciones se desarrollaron en torno a la biología (descubrimiento del orgón) situándole en la incierta frontera del genio y la locura. Acusado de estafa por la construcción de acumuladores de orgón, fue encar­celado en Lewisburg, donde falleció. Reich fue en su tiempo un autor maldito y todavía hoy sigue suscitando encontradas polé­micas.
ARGUMENTO
El lector no encontrará en este libro un texto científico sino un manifiesto personal y sentido, una sincera reflexión interior y al mismo tiempo un diálogo del autor con todos los seres humanos que quieran oírlo, a través del cual señala y analiza los comportamientos y las debilidades íntimas. En su recorrido,  Reich va desenmascarando las trampas del sistema que oprimen al ser humano.
TEMA
Reich expone los elementos inconscientes que explican muchas de las actuaciones y reacciones del hombre común y que le convierten a la vez en víctima y verdugo de la sociedad. Expresa también una crítica dura y dolida de la ideología dominante en sus aspectos más hipócritas que aún hoy en día continúan actuando.



«¡Falsos hombres de bien, que os reís de mí! ¿De qué vive vuestra política, desde que gobernáis el mundo? De degüellos y asesinatos....

De Coster, Till Ulenspiegel

REDE AK DEN KLEINEN MANN
 

ADVERTENCIA PRELIMINAR

Escucha, hombrecito, o «Discurso al hombre común», no es un documento científico sino hu­mano. Fue redactado en el verano de 1946 para  el archivo del Instituto Orgon sin intenciones de que se publicara jamás. Era el resultado de las tormentas internas de un naturalista y médico que a lo largo de varias décadas vivió, primero con ingenuidad, luego con asombro y finalmente con horror, cómo el hombre común del pueblo atenta contra su propia persona; cómo sufre, se rebela, venera a sus enemigos y mata a sus ami­gos; cómo, toda vez que obtiene poder como «representante del pueblo», abusa de ese poder y lo torna más cruel que el que había debido padecer antes por parte de algunos sádicos de las clases superiores.
El «Discurso» era la callada respuesta a la charlatanería y a la difamación. Al redactarlo nadie suponía que una oficina gubernamental en­cargada de velar por la salud pública atacaría al Instituto Orgon conjuntamente con unos politicastros. El intento, por parte de la Peste Emo­cional, de destruir la Investigación Orgon en el año 1947 (bien entendido: no se intentaba demostrarla como incorrecta, sino eliminarla por difamación) dio motivo para la publicación de este «Discurso» como documento histórico. La re­flexión señalaba: es necesario que el «hombre del pueblo» se entere de qué es lo que ocurre en­tre bastidores en un taller científico y de cómo ese hombre se le aparece al ojo experimentado de un psiquiatra. Debe aprender a conocer la realidad, la única que puede actuar en contra de su funesta avidez de poder. Hay que decirle cual es su responsabilidad al trabajar, amar, odiar o charlar. Debe enterarse de cómo se convierte en un fascista negro o rojo. Quien luche por la seguridad de lo vivo y por la protección de nues­tros hijos debe oponerse tanto al fascista negro como al rojo. Y no porque hoy día el fascista ro­jo, como antes el negro, tenga una ideología ase­sina, sino porque convierte  a niños vivos y naci­dos sanos en lisiados, marionetas e idiotas mo­rales; porque le importa más el Estado que el de­recho, la mentira que la verdad, la guerra que la vida; porque el niño y la protección de lo vivo en el niño son la única esperanza que nos queda. Para el educador y para el médico existe una so­la lealtad: la lealtad a lo vivo en el niño y el enfermo. Una vez bien cumplida esta lealtad, las grandes cuestiones de los «intereses referentes a la política exterior» se solucionan del modo más simple.


El «Discurso» no pretende que se le convierta modelo de existencia. Describe las tempestades­ en la vida emocional de un hombre productivo y dichoso de vivir.
El «Discurso» no quiere connvencer ni ganar ni conquistar a nadie. Refleja vivencias del mismo modo que un cuadro pinta tormenta. No se anima al lector a que le muestre simpatías. No contiene intenciones ni programas. Sólo quiere conquistar para el inves­tigador y para el pensador el derecho a la reacción  personal, derecho que jamás se le ha discu­tidó al poeta o al filósofo. Es una protesta contra la secreta y desconocida intención de la Peste
Emocional de lanzar, bien protegida y emboscada; sus dardos venenosos contra el investigador que trabaja duramente. Muestra qué es la Peste Emocional, cómo funciona trabando el progreso. También atestigua la confianza en los grandes tesoros no desenterrados que yacen en el fondo de la «naturaleza humana», dispuestos a ser emplea­dos en servicio del cumplimiento de esperanzas humanas.
En sus relaciones sociales y humanas, lo vi­vo es bondadosamente ingenuo y por tanto peligra en las actuales circunstancias. Juzga de otros por sí mismo. Supone que también el prójimo piensa y actúa ofrendando según las leyes de lo vivo, bondadosa y servicialmente. Esta postura bási­ca natural, propia tanto del niño sano cuanto del hombre primitivo, se convierte en el mayor peligro en la lucha por una delineación racional de la vida mientras exista la Peste Emocional.

 Porque también el enfermo de peste atribuye al prójimo la peculiaridad -de su pensar y de su ac­tuar. El bondadoso cree que todos los hombres lo son y que actúan bondadosamente. El enfermo de peste cree que todos los hombres mien­ten, engañan, estafan y están ávidos de poder. Es evidente que por estos motivos lo vivo se en­cuentra en desventaja y en peligro. Cuando se le dan cosas al enfermo de peste, se le exprime y posteriormente es objeto de burla o de traición; y cuando confía, se le engaña.
Hasta ahora, siempre ha sido así. Ha llegado la hora de que lo vivo se endurezca, donde haga falta dureza en la lucha por su conslidación y desarrollo; con esto no perderá lo bueno, si se  atiene valientemente a la verdad. Es una porción de verdad alentadora el hecho de que entre millones de personas trabajadoras y decentes exis­tan siempre sólo unos pocos portadores de peste que causan terribles desgracias al enlazar con los impulsos oscuros y peligrosos de la estructura humana del hombre masa blindado, llevándolos organizadamente al crimen político. No hay antidoto contra las disposiciones para la peste en  el hombre masa, salvo su propia percepción de la vida viva. Lo vivo no reclama poder, sino va­lidez en la vida humana. Descansa sobre los tres pilares del amor, del trabajo y del saber.
Quien deba proteger lo vivo contra la Peste Emocional deberá aprender a utilizar para los buenos fines la libertad de expresión de la que se goza en Estados Unidos, por lo menos en igual medida en que la Peste Emocional, la usa para lo es malos. Suponiendo iguales derechos en la  manifestación de opiniones, lo racional finalmente ­tiene que prevalecer. Esta es una gran esperanza.

Si algo se publica en el diario, hombre común, entonces lo crees, lo comprendas o no.

No puedo dejar de añadir esta imagen que expresa muy bién la condición a la que se enfrenta la medicina, arbitrada por otros intereses que no son la sanación.

Vídeo: http://youtu.be/05hRY18pqEQ 

1 comentario:

  1. La metáfora de la peste emocional y la flexibilización del carácter como fórmula de llegar al YO profundo (otra bonita metáfora) son las dos grandes lecciones de Reich. Nosotros, contrariamente, pedimos dirigentes con mucho carácter,es decir, que les cueste llegar a su YO profundo. Resultado: mayoría absoluta. De verdad, esta vez si que me bajo...

    ResponderEliminar